REPRESENTACIONES
SOCIALES Y SEMIÓTICA: líneas para la investigación.
Existen
distintas maneras de llevar adelante una investigación que pretenda determinar
las Representaciones Sociales (en adelante, RS), siguiendo metodologías tanto
cuantitativas como cualitativas. En general, investigadores como Pfeuti, Abric,
entre otros, desarrollaron técnicas de recolección de datos para dar cuenta de
las RS, así como también técnicas para su análisis. Conscientes de la
complejidad que surge del estudio de las RS y de la necesidad de encontrar un
proceso metodológico que nos resulte apropiado, optamos por construir, dentro
de una perspectiva de investigación cualitativa y descriptiva, nuestra propia
metodología de investigación, apoyándonos en las herramientas de la Semiótica.
Nuestro marco teórico es amplio y
complejo, dado que contiene distintas aristas que confluyen en una perspectiva
adecuada para nuestro estudio: desde la Lingüística Textual
nos introducimos paulatinamente en la metodología propia del Análisis de
Discursos y con ella en conceptos y prácticas provenientes de distintas teorías
cuyo objeto es el discurso.
Desde una perspectiva transdisciplinaria, la
Psicología Social nos proporcionará lineamientos generales acerca de nuestro
objeto de estudio, las representaciones sociales. Nuestro propósito será
avanzar en un ajuste de la concepción misma de Representación que se adecue a
la perspectiva socio-semiótica que nos interesa.
Es así que, nuestra metodología de investigación se
centrará en una manera particular de abordar las RS, como construcciones
semióticas que pueden ser “objetivadas” en las prácticas discursivas.
Consideramos que podemos acceder a este conocimiento sobre el mundo que emerge
del sentido común, de las creencias y valores individuales con implicación en
lo social, a través de cualquier materia significante, investida de sentido en
la red semiótica.
Para aproximarnos al concepto mismo de RS, el primer
lugar de encuentro es la
Psicología Social , en cuanto disciplina general desde donde
se construye el concepto de “representación”, entendida en un sentido amplio
como conocimiento sobre el mundo que emana del sentido común, de las creencias
y valores individuales (Moscovici, 1986). Si además las abordamos teniendo en
cuenta que se trata de creencias compartidas por un grupo determinado, que se
encuentran implícitas en la sociedad, que hay cierto grado de implicación en
los actores sociales y que se producen influencias recíprocas entre lo
individual y lo social, las consideraremos “representaciones sociales”.
Para explicitar el mecanismo de funcionamiento de
las RS nos apoyamos en el artículo de Pfeuti (1996)[1],
sintetizado en sus aspectos más relevantes para este trabajo. Esta autora
retoma los conceptos de Moscovici (1986) y dice que hay dos grandes procesos de
estructuración de las RS: la objetivación y el anclaje. El primero opera el
pasaje de los elementos abstractos hacia imágenes concretas. El segundo intenta
integrar el objeto representado en un sistema de pensamiento preexistente.
Estos dos procesos muestran, por una parte, de qué manera lo social transforma
un objeto, una información, un acontecimiento, en representación; por otra
parte, la manera como esta representación transforma lo social. (Pfeuti, 1996)
Como primer proceso, la objetivación implica la elaboración del conocimiento acerca del
objeto. Es la manera de materializar (nivel observable) aquello que está en
la mente por inferencias y que forma parte del conocimiento del mundo (nivel
simbólico). Recordamos en este punto la concepción peirceana que combina una
fenomenología y un análisis de los fenómenos de significación como la
cooperación de los tres elementos que conforman el signo (representamen,
objeto, interpretante); en este sentido, toma como objeto de conocimiento las
interpretaciones efectivamentes realizadas por los actores sociales reales en
circunstancias históricamente dadas. Dicho de otra manera, es un objeto
observable, fenómeno semiótico, que se presenta en la experiencia del
individuo, a la vez que produce en su mente, la presencia de otro objeto,
ausente. Es en este proceso dinámico de aprehensión del signo que se produce la
semiosis. En base a una teoría del
signo, diremos que todo signo se genera a partir de un signo y remite a un
nuevo signo, lo cual denota el carácter ilimitado del pensamiento y le otorga a
la semiosis su carácter de infinita. (Guiñazú, 2005)
Retomando el mecanismo de funcionamiento de las RS
según Pfeuti, diremos que habría tres etapas en esta configuración de la
objetivación: a) la selección y descontextualización, dos mecanismos
diferentes para una primera etapa que busca clasificar la información sobre el
objeto, en función de criterios culturales y de representaciones existentes en
la mente del sujeto. b) Esta operación determina la formación del nudo de la representación, un esquema
figurativo, de relaciones, que reúne los elementos informativos a la vez que
deja de lado aquellos aspectos que podrían ser conflictivos. Se trata de
elaborar un modo de integración de la información que pueda ser captada
concretamente. Es lo que dará lugar a la conformación de categorías propias,
servirá de marco a la interpretación y luego al anclaje.[2]
C) la naturalización es el proceso
por el cual los elementos del nudo
que estaban reunidos de modo figurativo, se transforman en elementos de la
realidad (desde un punto de vista estrictamente psicológico se trataría de
captar el inconsciente del individuo, con todos los complejos y situaciones
conflictivas).[3]
Como segundo proceso, el anclaje define los modos de inserción de la representación en lo
social y las transformaciones que se originan. Sus características más
sobresalientes se vinculan con un proceso de semiosis en tanto es a través del anclaje que la RS deviene un sistema de
significaciones y un sistema de interpretación. Este proceso también incorpora
a la RS en
sistemas de pensamientos existentes.[4]
Para tratar de explicarlo mejor, diremos que: habría una atribución de valores
que emergen de la sociedad y se construyen en una red de significaciones que
inciden en la representación; el valor del anclaje es una herramienta útil para
el acceso al conocimiento de un objeto. Como sistema de interpretación se
instituye en mediación entre el individuo y su entorno. Como sistema de
pensamiento, relaciona un sistema de representación preexistente y la novedad a
la cual se enfrenta. “Un punto de vista sería el carácter inédito de la
representación social lo que podría constituir una contribución a la
integración de la novedad. Otro punto de vista considera que la
integración de la novedad, junto con el anclaje, otorga puntos de referencia a
sistemas de pensamiento preestablecidos”[5]. Se
pone de relieve un mecanismo de aproximación entre los elementos inéditos y lo
que ya es conocido, proponiendo un modo de clasificación. El “esquema figurativo”
mismo se compone de una parte interna, el inconsciente para la Psicología , lo oculto,
y una parte externa, la conciencia, lo observable y materializable.
Como vemos, la noción de representación tiene varios aspectos a considerar. En los últimos
veinte años, se desarrollaron valiosos estudios provenientes de la Psicología Cognitiva
y los seguidores de Moscovici. Presentamos algunos aquí sintéticamente y
únicamente con la finalidad de mantener un punto de vista que considere
aquellos aspectos que sean relevantes para nuestro estudio. Para Herzlich, la RS tiene el rol de construir la
realidad social. Como “construcción” mental del objeto se liga a la actividad
simbólica del sujeto. Para Jodelet se trata de una manera especial de conocer,
un pensamiento práctico orientado hacia la comunicación, la comprensión y la
dominación del entorno social, material e ideal. Para Abric es tanto el
producto como el proceso de una actividad mental mediante la cual el individuo
o el grupo reconstituye lo real a lo cual se enfrenta y le atribuye una
significación específica.
Es posible también considerar una mirada filosófica,
según la cual “se puede definir una representación como la función que poseen
un objeto, un suceso o una propiedad, de remitir a otro objeto, suceso o
propiedad” y también se puede “considerar que la primera propiedad de toda
representación es la de ser portadora de información sobre un estado de cosas”.[6]
Siguiendo esta línea de pensamiento, recuperamos la propuesta de signo triádico
de Peirce: un representamen que denota su objeto, un signo en lugar de “otra
cosa”, un interpretante que media la relación entre ambos y da lugar al
conocimiento. “En un sentido amplio, la representación designa una
actividad mental: poner en presencia de la mente algo que está ausente. Puede
ser considerada entonces, como un modo de conocimiento de la realidad”.
(Pfeuti, 1996)
Como se ve, no hay acuerdo en definir la naturaleza
exacta de los elementos que constituyen una representación, lo cual nos provoca
el desafío de intentar, al menos en los límites de este trabajo en particular,
explicitarlos en su semiosis específica. No obstante, agregaremos que los
estudios cognitivos acerca de lo que constituye una representación, la
presentan como entidad interna, representación mental de realidades externas
experimentadas por un individuo. “El estudio de las representaciones se
desarrolló entonces a partir del postulado de que las representaciones,
entidades cognitivas no observables directamente, eran sin embargo cognoscibles
mediante el empleo de operaciones experimentales sobre comportamientos
observables”[7].
Desde este punto de vista, algunos autores se refieren a las representaciones
como construcciones semióticas dado que les confieren naturaleza de signo.
Nuestra postura se apoya precisamente, en conferirle a las representaciones el
estatus de objetos semióticos que se encuentran anclados en signos, tal lo
enunciado en los párrafos precedentes.
Desde la dimensión metodológica, tal lo
enunciado precedentemente, nos proponemos seguir los lineamientos de la Semiótica en tanto disciplina que nos orienta, desde un enfoque
particular, en el estudio de la producción discursiva y el logro de
significaciones que nos conduzcan a las representaciones sociales. Dado que
también abordamos la dimensión social, buscamos en esta perspectiva
herramientas teóricas y criterios prácticos para comprender al sujeto productor
del discurso como agente social con características especiales y de esta manera
también recibimos los aportes de otras disciplinas sociales.
Entenderemos a la Semiótica como
un conjunto de conocimientos y
operaciones destinado a explicar cómo y por qué, un determinado fenómeno
adquiere, en una determinada sociedad y en un determinado momento histórico,
una determinada significación (Magariños de Morentin, 1996). Sin embargo,
parece necesario aclarar que no es nuestra finalidad explicar cómo ni por qué se producen tales o cuales representaciones sociales
(tampoco podríamos), sino acceder a una
construcción de sentido que nos permita detectar las representaciones sociales, las cuales a su vez, serían
el primer paso para poder explicar,
ahora sí, cómo y por qué se produce la construcción de sentido en el fenómeno social
a estudiar. Dicho de otra manera, establecer y explicar la producción,
circulación, interpretación y transformación del significado de los fenómenos
sociales es la finalidad de un estudio semiótico.
Es la comprensión de los discursos a través de un
análisis semiótico lo que nos permite acceder a las representaciones acerca de
cualquier fenómeno social. Lo que pretendemos comprender no está oculto en el texto, sino que se
manifiesta a través de signos. Paul Ricoeur (1985) entiende que comprender un texto es seguir su movimiento
del sentido a la referencia, de lo que dice a aquello a lo cual se refiere.
Se trata de relevar, exponer un mundo que constituye la referencia del texto.
Este autor contempla un aspecto en su postura acerca de la semiótica que merece
aclarar. Dice Ricoeur:
“En la medida en que el modelo
semiológico mantiene su validez, la función semiótica o simbólica, es decir, la
función de sustituir las cosas por signos y de representar cosas por medio de
signos, parece ser algo más que un mero efecto en la vida social. Es su
fundamento mismo. En términos de esta función generalizada de lo semiótico,
deberíamos decir no sólo que la función simbólica es social sino que la
realidad social es fundamentalmente simbólica”.[8]
Sin desconocer la existencia de lo real en tanto
“cosas”, lo cual sería motivo de una reflexión filosófica que no estamos en
condiciones de realizar, pretendemos señalar que los signos no nos remiten a
“lo real” sino a otros signos. Podríamos decir que el signo es una categoría
mental cuyo proceso de aprehensión da lugar a la semiosis. En este punto nos apoyamos en la teoría peirceana de la semiosis infinita, según la cual todo
signo se genera a partir de un signo y remite a un nuevo signo. Para Peirce
(Deladalle, 1996), signo es todo lo
que está en lugar de otra cosa y la significa. Sin embargo, no lo define en
relación con el significado de “la cosa”, sino en cuanto remite a otro signo.
Esta mirada toma como objeto de conocimiento las
interpretaciones efectivamente realizadas por los actores sociales reales en
circunstancias históricamente dadas. Dicho de otra manera, es un objeto
observable, fenómeno semiótico, que se presenta en la experiencia del
individuo, a la vez que produce en su mente, la presencia de otro objeto,
ausente. Este enunciado denota el carácter ilimitado del pensamiento y nos
remite precisamente a lo que Peirce denominó semiosis infinita. En palabras de Zecchetto, “interesa observar que
Peirce define el signo no en relación con el significado de la cosa, sino
remitiéndolo a otro signo, generándose de ese modo una semiosis infinita, porque el interpretante de una cosa “se
convierte a su vez en un signo y así ad
infinitum”. Cualquier representación sígnica –dice Peirce- “no es otra cosa
que otra representación. Se constata aquí la diferencia entre la realidad de
los signos y sus significados, de acuerdo a como los podemos concebir y
pensar.”[9]
El problema de las representaciones, según esta
propuesta de relaciones, tiene que ver con signos y objetos semióticos. Algunos
investigadores de las representaciones sociales ya han trabajado con la
apoyatura de la semiótica, tal es el caso de Lloyd y Duvween (2003) quienes
entienden que “los sistemas de signos actúan como un medio de comunicación para
los grupos sociales y su funcionamiento depende de las representaciones
intersubjetivas compartidas por los miembros. En este sentido, los sistemas de
signos pueden considerarse expresión de representaciones sociales.”[10]
Así, las creencias de los sujetos sociales conforman
un sistema de conocimientos implícitos que nosotros preferimos denominar sistema semiótico compuesto de objetos semióticos que adquieren sentido
en el mundo concreto de los signos.
En este planteo lo que enuncia es
un signo y lo que resulta enunciado es un objeto semiótico (Magariños, 2003). Dicho de otra manera, algo
será signo cuando intervenga como enunciador que semantiza algo diferente a sí
mismo; algo será objeto semiótico cuando haya recibido su significado de algo
diferente a sí mismo. Tomando los aportes de Magariños de Morentin, podemos
manifestar que para que algo llegue a ser objeto semiótico es necesario que un
signo debidamente contextualizado lo enuncie. Los objetos semióticos ya están
semiotizados, ya han “sido dichos” desde algún discurso. Cabe señalar que se
produce simultáneamente y que la diferencia no es sustancial, dado que lo que
en un momento es signo, en otro momento puede ser objeto semiótico y viceversa.
Esto último puede explicarse en el planteo de que lo que tiene carácter de
signo o de objeto semiótico son fenómenos sociales en función de la
significación social que se les construye en un momento dado y que puede ser
transformada debido a la intervención de determinados factores sociales.
[1] PFEUTI, Sandra (1996)
“Représentations sociales: quelques aspects théoriques et méthodologiques” en
revista Vous avez dit… pédagogie. Nº 42, mai 1996. Université de Neuchâtel, Sciences de
l’éducation.
[2] “Los otros elementos de la representación van a ser
retenidos, categorizados e interpretados en función de la naturaleza del nudo
figurativo” (Abric, 1994, p.21, en Pfeuti, ibid, p.7) La traducción es mía.
[3] La teoría del nudo
central fue trabajado por Moscovici como un campo estructurado, genético.
Abric retoma estos postulados pero considera que el nudo central es estructurante de la representación; es decir que la
organizan y otorgan significación. Estas dos posturas se complementan pero dan
lugar a metodologías diferentes para abordar las RS. (Pfeuti, 1996)
[4] Este aspecto, lo relacionamos con la postura peirceana
de la semiosis infinita, según la
cual un pensamiento deriva necesariamente de otro producido anteriormente y
genera un nuevo pensamiento. Recordemos que para Peirce pensamiento,
conocimiento, signo, son equivalentes y se insertan en un proceso semiótico
dinámico.(Deladalle, 1996)
[5] Pfeuti (1996) Op.cit. p.7
[6] HOUDÉ, Olivier (et al.) (2003). Diccionario
de Ciencias Cognitivas: neurociencia, psicología, inteligencia artificial,
lingüística y filosofía. Buenos Aires: Amorrortu. p. 397.
[8] RICOEUR, P. (1985). Hermenéutica y Acción. De la Hermenéutica del Texto a la Hermenéutica de la Acción. Buenos Aires:
Docencia. p.71.
[9] ZECCHETTO, Victorino (2003) La danza de los signos. Buenos Aires: La Crujía. p.94.
[10] LLOYD, B. y G. DUVEEN (2003) “Un análisis semiótico
del desarrollo de las representaciones sociales de género”, en CASTORINA, José
Antonio (comp.) Representaciones
sociales. Problemas teóricos y conocimientos infantiles. Barcelona: Gedisa.
p.41-63.

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