miércoles, 24 de abril de 2013

Semiótica y Ciencias del Lenguaje (Parte 2)

REPRESENTACIONES SOCIALES Y SEMIÓTICA: líneas para la investigación.



            Existen distintas maneras de llevar adelante una investigación que pretenda determinar las Representaciones Sociales (en adelante, RS), siguiendo metodologías tanto cuantitativas como cualitativas. En general, investigadores como Pfeuti, Abric, entre otros, desarrollaron técnicas de recolección de datos para dar cuenta de las RS, así como también técnicas para su análisis. Conscientes de la complejidad que surge del estudio de las RS y de la necesidad de encontrar un proceso metodológico que nos resulte apropiado, optamos por construir, dentro de una perspectiva de investigación cualitativa y descriptiva, nuestra propia metodología de investigación, apoyándonos en las herramientas de la Semiótica.

Nuestro marco teórico es amplio y complejo, dado que contiene distintas aristas que confluyen en una perspectiva adecuada para nuestro estudio: desde la Lingüística Textual nos introducimos paulatinamente en la metodología propia del Análisis de Discursos y con ella en conceptos y prácticas provenientes de distintas teorías cuyo objeto es el discurso.

Desde una perspectiva transdisciplinaria, la Psicología Social nos proporcionará lineamientos generales acerca de nuestro objeto de estudio, las representaciones sociales. Nuestro propósito será avanzar en un ajuste de la concepción misma de Representación que se adecue a la perspectiva socio-semiótica que nos interesa.

Es así que, nuestra metodología de investigación se centrará en una manera particular de abordar las RS, como construcciones semióticas que pueden ser “objetivadas” en las prácticas discursivas. Consideramos que podemos acceder a este conocimiento sobre el mundo que emerge del sentido común, de las creencias y valores individuales con implicación en lo social, a través de cualquier materia significante, investida de sentido en la red semiótica.



Para aproximarnos al concepto mismo de RS, el primer lugar de encuentro es la Psicología Social, en cuanto disciplina general desde donde se construye el concepto de “representación”, entendida en un sentido amplio como conocimiento sobre el mundo que emana del sentido común, de las creencias y valores individuales (Moscovici, 1986). Si además las abordamos teniendo en cuenta que se trata de creencias compartidas por un grupo determinado, que se encuentran implícitas en la sociedad, que hay cierto grado de implicación en los actores sociales y que se producen influencias recíprocas entre lo individual y lo social, las consideraremos “representaciones sociales”.
La Psicología Social, se empieza a ocupar de las representaciones con Serge Moscovici, quien en 1961 aborda este tema, incorporando la dimensión social. Es así que la idea de RS aparece portadora de significados semejantes pero con algunas variantes casi imperceptibles que no cabe aquí aclarar. Sí es menester señalar que el concepto acuñado por este autor es el de sistema de imágenes, opiniones y creencias que orienta la práctica y está influenciado por ella (Moscovici, 1986). También consideramos necesario agregar que este conocimiento común (sistema de imágenes, opiniones y creencias) es elaborado y compartido en sociedad, lugar desde donde surgen nuestras experiencias individuales y grupales, lugar donde interactuamos con la información (que orienta la práctica y está influenciado por ella). Se trata de contenidos organizados que dan cuenta del universo de los grupos sociales. Estos sistemas de conocimiento implican valores, conceptos, una manera de ver el mundo y a la vez de construir el mundo. Al ser portadoras de sentidos sociales, las representaciones determinan y aseguran la comunicación entre los miembros de una sociedad determinada. Son sistemas cognitivos con una lógica y lenguajes particulares. Cabe señalar que las RS evidencian, además de opiniones y actitudes hacia ciertos fenómenos, verdaderas teorías que ordenan el mundo de manera tal que permiten la posibilidad de orientación dentro de un entorno social, a la vez que conlleva la dominación de ese mismo entorno.

Para explicitar el mecanismo de funcionamiento de las RS nos apoyamos en el artículo de Pfeuti (1996)[1], sintetizado en sus aspectos más relevantes para este trabajo. Esta autora retoma los conceptos de Moscovici (1986) y dice que hay dos grandes procesos de estructuración de las RS: la objetivación y el anclaje. El primero opera el pasaje de los elementos abstractos hacia imágenes concretas. El segundo intenta integrar el objeto representado en un sistema de pensamiento preexistente. Estos dos procesos muestran, por una parte, de qué manera lo social transforma un objeto, una información, un acontecimiento, en representación; por otra parte, la manera como esta representación transforma lo social. (Pfeuti, 1996)

Como primer proceso, la objetivación implica la elaboración del conocimiento acerca del objeto. Es la manera de materializar (nivel observable) aquello que está en la mente por inferencias y que forma parte del conocimiento del mundo (nivel simbólico). Recordamos en este punto la concepción peirceana que combina una fenomenología y un análisis de los fenómenos de significación como la cooperación de los tres elementos que conforman el signo (representamen, objeto, interpretante); en este sentido, toma como objeto de conocimiento las interpretaciones efectivamentes realizadas por los actores sociales reales en circunstancias históricamente dadas. Dicho de otra manera, es un objeto observable, fenómeno semiótico, que se presenta en la experiencia del individuo, a la vez que produce en su mente, la presencia de otro objeto, ausente. Es en este proceso dinámico de aprehensión del signo que se produce la semiosis. En base a una teoría del signo, diremos que todo signo se genera a partir de un signo y remite a un nuevo signo, lo cual denota el carácter ilimitado del pensamiento y le otorga a la semiosis su carácter de infinita. (Guiñazú, 2005) 

Retomando el mecanismo de funcionamiento de las RS según Pfeuti, diremos que habría tres etapas en esta configuración de la objetivación: a) la selección y descontextualización, dos mecanismos diferentes para una primera etapa que busca clasificar la información sobre el objeto, en función de criterios culturales y de representaciones existentes en la mente del sujeto. b) Esta operación determina la formación del nudo de la representación, un esquema figurativo, de relaciones, que reúne los elementos informativos a la vez que deja de lado aquellos aspectos que podrían ser conflictivos. Se trata de elaborar un modo de integración de la información que pueda ser captada concretamente. Es lo que dará lugar a la conformación de categorías propias, servirá de marco a la interpretación y luego al anclaje.[2] C) la naturalización es el proceso por el cual los elementos del nudo que estaban reunidos de modo figurativo, se transforman en elementos de la realidad (desde un punto de vista estrictamente psicológico se trataría de captar el inconsciente del individuo, con todos los complejos y situaciones conflictivas).[3]

Como segundo proceso, el anclaje define los modos de inserción de la representación en lo social y las transformaciones que se originan. Sus características más sobresalientes se vinculan con un proceso de semiosis en tanto es a través del anclaje que la RS deviene un sistema de significaciones y un sistema de interpretación. Este proceso también incorpora a la RS en sistemas de pensamientos existentes.[4] Para tratar de explicarlo mejor, diremos que: habría una atribución de valores que emergen de la sociedad y se construyen en una red de significaciones que inciden en la representación; el valor del anclaje es una herramienta útil para el acceso al conocimiento de un objeto. Como sistema de interpretación se instituye en mediación entre el individuo y su entorno. Como sistema de pensamiento, relaciona un sistema de representación preexistente y la novedad a la cual se enfrenta. “Un punto de vista sería el carácter inédito de la representación social lo que podría constituir una contribución a la integración de la novedad. Otro punto de vista considera que la integración de la novedad, junto con el anclaje, otorga puntos de referencia a sistemas de pensamiento preestablecidos”[5]. Se pone de relieve un mecanismo de aproximación entre los elementos inéditos y lo que ya es conocido, proponiendo un modo de clasificación. El “esquema figurativo” mismo se compone de una parte interna, el inconsciente para la Psicología, lo oculto, y una parte externa, la conciencia, lo observable y materializable.

Como vemos, la noción de representación tiene varios aspectos a considerar. En los últimos veinte años, se desarrollaron valiosos estudios provenientes de la Psicología Cognitiva y los seguidores de Moscovici. Presentamos algunos aquí sintéticamente y únicamente con la finalidad de mantener un punto de vista que considere aquellos aspectos que sean relevantes para nuestro estudio. Para Herzlich, la RS tiene el rol de construir la realidad social. Como “construcción” mental del objeto se liga a la actividad simbólica del sujeto. Para Jodelet se trata de una manera especial de conocer, un pensamiento práctico orientado hacia la comunicación, la comprensión y la dominación del entorno social, material e ideal. Para Abric es tanto el producto como el proceso de una actividad mental mediante la cual el individuo o el grupo reconstituye lo real a lo cual se enfrenta y le atribuye una significación específica.

Es posible también considerar una mirada filosófica, según la cual “se puede definir una representación como la función que poseen un objeto, un suceso o una propiedad, de remitir a otro objeto, suceso o propiedad” y también se puede “considerar que la primera propiedad de toda representación es la de ser portadora de información sobre un estado de cosas”.[6] Siguiendo esta línea de pensamiento, recuperamos la propuesta de signo triádico de Peirce: un representamen que denota su objeto, un signo en lugar de “otra cosa”, un interpretante que media la relación entre ambos y da lugar al conocimiento. “En un sentido amplio, la representación designa una actividad mental: poner en presencia de la mente algo que está ausente. Puede ser considerada entonces, como un modo de conocimiento de la realidad”. (Pfeuti, 1996)

Como se ve, no hay acuerdo en definir la naturaleza exacta de los elementos que constituyen una representación, lo cual nos provoca el desafío de intentar, al menos en los límites de este trabajo en particular, explicitarlos en su semiosis específica. No obstante, agregaremos que los estudios cognitivos acerca de lo que constituye una representación, la presentan como entidad interna, representación mental de realidades externas experimentadas por un individuo. “El estudio de las representaciones se desarrolló entonces a partir del postulado de que las representaciones, entidades cognitivas no observables directamente, eran sin embargo cognoscibles mediante el empleo de operaciones experimentales sobre comportamientos observables”[7]. Desde este punto de vista, algunos autores se refieren a las representaciones como construcciones semióticas dado que les confieren naturaleza de signo. Nuestra postura se apoya precisamente, en conferirle a las representaciones el estatus de objetos semióticos que se encuentran anclados en signos, tal lo enunciado en los párrafos precedentes.


Desde la dimensión metodológica, tal lo enunciado precedentemente, nos proponemos seguir los lineamientos de la Semiótica en tanto disciplina que nos orienta, desde un enfoque particular, en el estudio de la producción discursiva y el logro de significaciones que nos conduzcan a las representaciones sociales. Dado que también abordamos la dimensión social, buscamos en esta perspectiva herramientas teóricas y criterios prácticos para comprender al sujeto productor del discurso como agente social con características especiales y de esta manera también recibimos los aportes de otras disciplinas sociales.

Entenderemos a la Semiótica como un conjunto de conocimientos y operaciones destinado a explicar cómo y por qué, un determinado fenómeno adquiere, en una determinada sociedad y en un determinado momento histórico, una determinada significación (Magariños de Morentin, 1996). Sin embargo, parece necesario aclarar que no es nuestra finalidad explicar cómo ni por qué se producen tales o cuales representaciones sociales (tampoco podríamos), sino acceder a una construcción de sentido que nos permita detectar las representaciones sociales, las cuales a su vez, serían el primer paso para poder explicar, ahora sí, cómo y por qué se produce la construcción de sentido en el fenómeno social a estudiar. Dicho de otra manera, establecer y explicar la producción, circulación, interpretación y transformación del significado de los fenómenos sociales es la finalidad de un estudio semiótico.

Es la comprensión de los discursos a través de un análisis semiótico lo que nos permite acceder a las representaciones acerca de cualquier fenómeno social. Lo que pretendemos comprender  no está oculto en el texto, sino que se manifiesta a través de signos. Paul Ricoeur (1985) entiende que comprender un texto es seguir su movimiento del sentido a la referencia, de lo que dice a aquello a lo cual se refiere. Se trata de relevar, exponer un mundo que constituye la referencia del texto. Este autor contempla un aspecto en su postura acerca de la semiótica que merece aclarar. Dice Ricoeur:

“En la medida en que el modelo semiológico mantiene su validez, la función semiótica o simbólica, es decir, la función de sustituir las cosas por signos y de representar cosas por medio de signos, parece ser algo más que un mero efecto en la vida social. Es su fundamento mismo. En términos de esta función generalizada de lo semiótico, deberíamos decir no sólo que la función simbólica es social sino que la realidad social es fundamentalmente simbólica”.[8]

Sin desconocer la existencia de lo real en tanto “cosas”, lo cual sería motivo de una reflexión filosófica que no estamos en condiciones de realizar, pretendemos señalar que los signos no nos remiten a “lo real” sino a otros signos. Podríamos decir que el signo es una categoría mental cuyo proceso de aprehensión da lugar a la semiosis. En este punto nos apoyamos en la teoría peirceana de la semiosis infinita, según la cual todo signo se genera a partir de un signo y remite a un nuevo signo. Para Peirce (Deladalle, 1996), signo es todo lo que está en lugar de otra cosa y la significa. Sin embargo, no lo define en relación con el significado de “la cosa”, sino en cuanto remite a otro signo.

Esta mirada toma como objeto de conocimiento las interpretaciones efectivamente realizadas por los actores sociales reales en circunstancias históricamente dadas. Dicho de otra manera, es un objeto observable, fenómeno semiótico, que se presenta en la experiencia del individuo, a la vez que produce en su mente, la presencia de otro objeto, ausente. Este enunciado denota el carácter ilimitado del pensamiento y nos remite precisamente a lo que Peirce denominó semiosis infinita. En palabras de Zecchetto, “interesa observar que Peirce define el signo no en relación con el significado de la cosa, sino remitiéndolo a otro signo, generándose de ese modo una semiosis infinita, porque el interpretante de una cosa “se convierte a su vez en un signo y así ad infinitum”. Cualquier representación sígnica –dice Peirce- “no es otra cosa que otra representación. Se constata aquí la diferencia entre la realidad de los signos y sus significados, de acuerdo a como los podemos concebir y pensar.”[9] 

El problema de las representaciones, según esta propuesta de relaciones, tiene que ver con signos y objetos semióticos. Algunos investigadores de las representaciones sociales ya han trabajado con la apoyatura de la semiótica, tal es el caso de Lloyd y Duvween (2003) quienes entienden que “los sistemas de signos actúan como un medio de comunicación para los grupos sociales y su funcionamiento depende de las representaciones intersubjetivas compartidas por los miembros. En este sentido, los sistemas de signos pueden considerarse expresión de representaciones sociales.”[10]

Así, las creencias de los sujetos sociales conforman un sistema de conocimientos implícitos que nosotros preferimos denominar sistema semiótico compuesto de objetos semióticos que adquieren sentido en el mundo concreto de los signos.
En este planteo lo que enuncia es un signo y lo que resulta enunciado es un objeto semiótico  (Magariños, 2003). Dicho de otra manera, algo será signo cuando intervenga como enunciador que semantiza algo diferente a sí mismo; algo será objeto semiótico cuando haya recibido su significado de algo diferente a sí mismo. Tomando los aportes de Magariños de Morentin, podemos manifestar que para que algo llegue a ser objeto semiótico es necesario que un signo debidamente contextualizado lo enuncie. Los objetos semióticos ya están semiotizados, ya han “sido dichos” desde algún discurso. Cabe señalar que se produce simultáneamente y que la diferencia no es sustancial, dado que lo que en un momento es signo, en otro momento puede ser objeto semiótico y viceversa. Esto último puede explicarse en el planteo de que lo que tiene carácter de signo o de objeto semiótico son fenómenos sociales en función de la significación social que se les construye en un momento dado y que puede ser transformada debido a la intervención de determinados factores sociales.



[1] PFEUTI, Sandra (1996) “Représentations sociales: quelques aspects théoriques et méthodologiques” en revista Vous avez dit… pédagogie. Nº 42, mai 1996. Université de Neuchâtel, Sciences de l’éducation.
[2] “Los otros elementos de la representación van a ser retenidos, categorizados e interpretados en función de la naturaleza del nudo figurativo” (Abric, 1994, p.21, en Pfeuti, ibid, p.7) La traducción es mía.
[3] La teoría del nudo central fue trabajado por Moscovici como un campo estructurado, genético. Abric retoma estos postulados pero considera que el nudo central es estructurante de la representación; es decir que la organizan y otorgan significación. Estas dos posturas se complementan pero dan lugar a metodologías diferentes para abordar las RS. (Pfeuti, 1996)
[4] Este aspecto, lo relacionamos con la postura peirceana de la semiosis infinita, según la cual un pensamiento deriva necesariamente de otro producido anteriormente y genera un nuevo pensamiento. Recordemos que para Peirce pensamiento, conocimiento, signo, son equivalentes y se insertan en un proceso semiótico dinámico.(Deladalle, 1996)
[5] Pfeuti (1996) Op.cit. p.7
[6] HOUDÉ, Olivier (et al.) (2003). Diccionario de Ciencias Cognitivas: neurociencia, psicología, inteligencia artificial, lingüística y filosofía. Buenos Aires: Amorrortu. p. 397.
[7] HOUDÉ, Olivier (et al.) (2003). Ibid. p. 389.
[8] RICOEUR, P. (1985). Hermenéutica y Acción. De la Hermenéutica del Texto a la Hermenéutica de la Acción. Buenos Aires: Docencia. p.71.
[9] ZECCHETTO, Victorino (2003) La danza de los signos. Buenos Aires: La Crujía. p.94.
[10] LLOYD, B. y G. DUVEEN (2003) “Un análisis semiótico del desarrollo de las representaciones sociales de género”, en CASTORINA, José Antonio (comp.) Representaciones sociales. Problemas teóricos y conocimientos infantiles. Barcelona: Gedisa. p.41-63.

No hay comentarios:

Publicar un comentario